Una presentación en grupo.
Una clase de universidad.
Un tema interesante.
Y un problema que se repite más de lo que debería:
Cada integrante prepara solo su parte.
Eso fue justo lo que pasó.
Mientras yo me empapaba del tema desde todos los ángulos —artículos, vídeos, documentales, incluso preguntas a expertos—,
mis compañeras hicieron lo justo: su trocito, su párrafo, su intervención… y nada más.
Todo bien… hasta que llegaron las preguntas.
El profesor lanzó una pregunta general, fuera del “bloque asignado” de cada una.
Y entonces… silencio.
Miradas incómodas.
Bloqueo total.
Quedarse en blanco delante de todos.
Ahí entendí que este error tan común tiene un coste muy alto:
👉 No tener visión global te resta confianza.
👉 No poder improvisar te desconecta.
👉 No dominar el tema te pone en evidencia.
¿Qué hice diferente?
Me preparé todo.
Usé fuentes variadas: lectura, audio, vídeo, conversación.
Eso hizo que el tema se volviera parte de mí.
Y así, cuando llegó mi turno, no recité una parte… compartí una visión.
La diferencia fue brutal:
respondí con seguridad, con naturalidad y hasta con humor.
Y esa sensación de control, de confianza,
no te la da un PowerPoint bien hecho…
te la da el conocimiento real del tema.
Para este post hemos utilizado la estructura número 1.
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